



Temple nació en 1947. El nacimiento fue normal, pero a los seis meses su madre empezó a notar que rechazaba los abrazos. Más tarde se hizo evidente que la pequeña Temple no soportaba que la tocaran.
A los tres años, los médicos dijeron que tenía daño cerebral. A los 16 años fue a pasar unos días a la granja de ganado de su tío en Arizona. Allí se fijó en una máquina que se usaba para tranquilizar al ganado cuando venía el veterinario a explorarlos: dos placas metálicas que comprimían a las reses por los lados. La presión suave parecía relajarlas. Entonces pensó en hacer un artilugio semejante para ella: una máquina de dar abrazos. Lo que le proporcionaría el estímulo táctil que tanto necesitaba pero que no podía obtener porque no soportaba el contacto físico con las personas. Poco después entró en una escuela especial para niños con problemas emocionales, y sus profesores la animaron a que construyera la máquina. La máquina permitiría a la persona que la usara controlar la duración y la intensidad del "abrazo" mecánico. Así Temple realizó experimentos que la animaron a matricularse en la universidad. También se convirtió en parte de su propia terapia. La ayudaba a relajarse y le sirvió para empezar a sentir cierta empatía hacia los demás. Hoy hay clínicas para tratamiento de niños autistas que utilizan la máquina inventada por Temple.
Decidió estudiar psicología y especializarse en comportamiento animal dada su estrecha relación con los animales. En la adolescencia, parte de la terapia pasaba por montar y cuidar a caballos. Pero ella pronto descubrió que éstos también tenían problemas emocionales, lo que la inspiró a dedicar su vida a la mejora del bienestar animal.
Temple Grandin tiene ahora 63 años y es una referencia tanto en bienestar animal como entre la comunidad autista.
El neuropsiquiatra Oliver Sacks dedicó un capítulo en Un antropólogo en Marte a la vida de Temple. Su libro fue la primera narración sobre el autismo contada desde dentro. Hasta entonces, tanto médicos como familiares de autistas habían pensado que dentro de un autista no había nada. La autobiografía de Temple, publicada en 1986, asombró al mundo.
La historia de Temple Grandin es una demostración de que ser autista significa ser distinto pero no inferior. Su esfuerzo por querer ser una persona normal e integrada en el contexto social de su época, la llevo a recibir un título Universitario y a tener un doctorado en ciencia animal.
Temple ve el mundo en base a imagenes mentales, las cuales se acumulan en su memoria y se propagan por su cerebro en una sucesión de flashes. Podía hacer complicados cálculos matemáticos en solo segundos o recordar fechas y sucesos acaecidos hace años, Temple Grandin puede guardar en su mente, al igual que un scanner, todo lo que observan sus ojos. Pero Temple tiene una necesidad de afecto insatisfecha, uno de los factores que se presume, puede ser la causa del autismo, lo que la lleva a construir "la maquina de los abrazos", un aparato mecánico en el cual ella se mete cada vez que su mundo se ve amenazado y que copio de un modelo similar usado para inmovilizar al ganado cuando se lo vacuna.
Además de conocer la extraordinaria historia de la verdadera Temple Grandin, lo fantástico del filme, que fue hecho solo para televisión, es la dirección de Mick Jackson, quien logra introducirnos en el mundo de Temple de manera muy creativa, utilizando sobre impresiones de gráficos con cálculos geométricos, imágenes en blanco y negro y las recreaciones de lo que Temple se imagina ante cada descubrimiento, como las puertas que se abren ante los nuevos desafíos que se le presentan. Estos recursos narrativos empleados por Jackson son verdaderos hallazgos y hacen del filme un producto que se distingue del resto.
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