Cuando nació Chocolate era gordito y fuerte, tenía el pelo negro y brillante igual que su mamá. Su mamá es muy fuerte y hermosa. Su padre es delgado y alto.
Su mamá ya tenía otro potrillo cuando Chocolate nació, su hermano es muy diferente a Chocolate, es alazán y tiene los ojos azules.
Desde el primer día que nació Chocolate, su hermano lo cuidaba y protegía, desde entonces se creó entre ellos un vínculo muy especial que aún sigue.
Los años pasaron y nacieron más potrillos, la familia fue aumentando hasta cinco, cuatro potrillos y una hermosa potrilla idéntica a Chocolate, ella también es de pelo negro.
La vida fue pasando y todos fueron creciendo. Chocolate era un potrillo muy travieso y desde pequeño dió mucho trabajo a su mamá. Ella estaba todo el tiempo detrás de él intentando que se portara correctamente, pero él siempre estaba haciendo travesuras, era muy inquieto y no sabía muy bien lo que quería, se revelaba con todo y contra todo.
Conforme iban pasando los años, sus hermanos llevavan una vida civilizada y él se saltaba todas las normas de la manada, pero en el fondo era bueno solo que diferente, quizás no quería vivir como vivía y buscaba la libertad como sus antepasados.
Su madre sabía que él era bueno y lo protegía y defendía siempre. Su padre se enfrentaba con él en algunas ocasiones pero en verdad también lo quería.
Chocolate fue creciendo más y más.
Un día, después de buscar y buscar se dió cuenta que no quería seguir viviendo en ese lugar, aunque era un lugar especial para él, necesitaba buscar nuevos horizontes, horizontes más amplios donde quizás encontraría la felicidad que buscaba. Él quería mucho a su manada y muy especialmente a su mamá, pero decidió irse. Su hermana lo acompañó, llegó a un lugar muy grande donde había muchas manadas, vivió allí durante años en los que tuvo que luchar duro.
Un buen día de invierno conoció a la yegua más bonita que había visto nunca, era hermosa y dulce, tenía una sensibilidad y belleza especial. Es una hispano-francesa bellísima color palomino con la crin dorada y los ojos azules más hermosos que jamás había visto. Cuando la vió por primera vez supo que era especial, ella era lo que estuvo buscando durante tantos años.
Ella le quería mucho, pero no supo decirle que necesitaba estar con él, pero también libertad en algunos momentos. Él tampoco supo darse cuenta que tenía que seguir galopando solo en algunos momentos. Que tenía que cuidarla siguiendo con sus inquietudes y con su libertad.
Ahora Princesa se ha marchado a las montañas y ya no quiere galopar junto a Chocolate, él está muy triste.
Chocolate galopa por las praderas, cruzando ríos y montañas, ha conocido otras manadas y junto a sus nuevos amigos contemplan cada noche aquella estrella que brilla más que las demás y que él dice que es Princesa la yegua más dulce, sensible y bella de todas las manadas que galopan en la tierra.
Chocolate les habla mucho de ella, les cuenta que la quiere y que si un día ella quiere volver a galopar junto a él, solo le diría, te quiero princesa. Cada noche sueña con ella, sueña que está en
la gran pradera con sus amigos y que todos juntos galopan hacia las montañas buscando a Princesa.
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